La gig economy podría incrementar su peso tras la crisis sanitaria. Este es un modelo que empieza a sonar en diferentes sectores. Si bien no sustituirá las formas de trabajo tradicionales, basadas en los contratos abiertos, merece la pena conocer qué beneficios e inconvenientes puede traer su aplicación práctica.
Luces y sombras de la gig economy
Este modelo puede definirse como un mercado laboral caracterizado por la prevalencia de contratos de corta duración o trabajo autónomo, frente a trabajos permanentes. Esto impone unas circunstancias que traen tanto beneficios como diferentes inconvenientes.
En cuanto a los beneficios, el principal es la flexibilidad. Los empleados trabajan las horas que deseen y con total libertad en la forma de finalizar el proyecto, aunque tendrá que realizarlo de cara a una fecha determinada. Esto fomenta la independencia de los trabajadores, quienes pueden estar en diferentes proyectos y organizarse como les resulte más conveniente.
Además, el pago por los servicios realizados no tiene por qué ser pequeño, en especial si la cantidad de empresas que ofertan trabajo es grande. En este caso, los gig workers podrían elegir aquellas más rentables, lo que incitaría a las organizaciones a competir entre ellas para conseguir los mejores profesionales.
En cuanto a las desventajas, los gastos personales crecen, así como el pago de determinados impuestos. El aislamiento del trabajador aumentaría, ya que actuaría solo la mayor parte del tiempo. Asimismo, el estrés podría aumentar, en especial si se aceptan demasiados proyectos a la vez y habría que enfrentarse a diversas actividades administrativas y financieras personalmente.
En definitiva, la gig economy traerá tanto beneficios como inconvenientes, aunque es de esperar que se incremente su peso en los próximos años. Además, podría unirse a la economía colaborativa para conseguir unos mejores resultados. Sin embargo, habrá que esperar un tiempo prudencial para analizarlos.